A veces nos damos cuenta de que nuestros hijos crecen y nos sentimos obligados a hablar con ellos de temas que consideramos violentos o vergonzosos. La sexualidad, las drogas, las enfermedades de transmisión sexual, los problemas tabú de la familia (un familiar con trastorno psiquiátrico grave, hijos fuera del matrimonio, suicidio).
Como nos sentimos incómodos al abordar estas cuestiones, preferimos relegarlas, y, cuando nos damos cuenta, nuestros hijos, cara a cara, abordan el tema peliagudo. No estamos preparados y el aprieto nos genera ansiedad. A veces reaccionamos con un exabrupto, otras con la huida. Pero nuestros hijos necesitan respuestas sinceras y clarificadoras.
Para estar preparados y cuando llegue el momento sentirnos seguros, es necesario un entrenamiento: la lectura de libros sobre el tema a tratar, el consejo y asesoramiento de un especialista o la ayuda de una asociación, son indispensables para salir airosos de estas dificultades cotidianas.